Poner los ojos en el primer capítulo/relato/unidad halfoniana fue como volver a casa, porque me faltaba este «signor» por leer de su bibliografía y porque la última lectura, el «boxeador» (que ha caído un par de veces) me quedaba lejos, muy lejos, en era prepandémica, imaginaos. Y es curioso sentir cómo al reencontrar sus palabras aterrizamos en el hogar al tiempo que nos lleva a Italia, a Guatemala, a Nueva York, a Polonia, da igual, porque Halfon lleva la vida entera buscándose y, gracias a Dios, al Big Bang o a las compañías aéreas, nos cuenta el viaje; esto es como lo de la utopía de Galeano, lo importante es avanzar. Y si además lo cuenta (que si la identidad construida y destruida, que si la importancia de la memoria, que si el dolor de la pérdida, que si la necesidad de escritura) con ese acento guatemalteco, ese humor sibilino, esas dudas cotidianas y esa escritura desnuda, pues no nos queda a los demás más que la gloria de leerle.
Recomendación: a cualquiera. Ha hecho podio junto con El boxeador polaco y Biblioteca bizarra en mi ranking personal.
Hola, Geniales tus comentarios que agradezco infinito porque siempre me traen descubrimientos. Hoy cuando te he leído he sonreído porque veo que tú también atribuyes a Galeano una frase que es de Fernando Birri. En pleno confinamiento me enteré de ello porque siempre pensé que era de Galeano. Te lo cuento no con afán corrector sino porque imagino por lo que te leo que te gustará dar al césar lo que es del césar. Un saludo. Yolanda
Aquí explica Galeano el error:
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Buenísimo Signor…
Aparentemente se viene uno nuevo de Halfon este mes…
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¡Cierto! «Canción»
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