Diario del año de la peste, de Daniel Defoe

Mi única neurona patinó y me fui a casa con el ejemplar convencida de que la presunta crónica estaba escrita por «mi» Stevenson. La librera, en un gesto elegante como no se recuerda otro en la ciudad, no me sacó del error, pero al abrir el prólogo de Burgess quería gritar. Dios, más de veinte años después, ahí estaba ante mis ojos Daniel «cómeteuncocoydejaelputopanqueestásenunaisla» Defoe. Por otro lado, si se trataba de ser exhaustivo para describir los efectos de la peste bubónica en el Londres del siglo XVII, no se me ocurría mejor pelma que Defoe para la tarea. En la página 148 se me vino el mundo encima: «como tenía facilidades para fabricar el pan y la cerveza, fui a comprar dos sacos de harina, y durante varias semanas nos cocimos todo nuestro pan…» Facilidades, dice, el McGyver de las hogazas. Ahí un terror se apoderó de mí ante la perspectiva de volver a tener que calzarme veinte páginas del inglés sobre elaboración de pan, pero, gracias a la Divina Providencia, que diría él, los asuntos pestilentes tenían prioridad, y es que parece ser que Defoe escribió esto documentándose ampliamente, usando ex professo un formato de diario, para advertir sobre las brutales consecuencias de una plaga de peste que amenzaba con volver a azotar Europa en el XVIII. Y eso, sí, lo hizo de maravilla.

Recomendación: a gustosos de relato -PORMENORIZADO- sobre epidemia de peste en Inglaterra en el siglo XVII de -sobre todo- valor histórico.

Foto cabecera: A depiction of a street in London during the Great Plague Epidemic of 1665-1666. The Print Collector/Getty Images.

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