Menos mal, menos mal que escribe como los ángeles, porque de lo contrario estaría metida ahora mismo en el brete de opinar en público sobre su primera novela, finiquitando el compromiso con adjetivos políticamente correctos como «interesante» o «entretenida»… y nada que ver. Si en los relatos de La casa escondida apuntaba maneras aquí tenemos una primera novela trabajada a fondo, con personajes de calado, con la vida y la muerte bailando de la mano y ese entorno que protagoniza todo. El título dejaba ya más ganas de hincarle el diente que pasar por la acera de pastas Beatriz en la Estafeta pero es que esta última muerte de un fotógrafo de principios del siglo XX en ese Macondo peruano llamado San Miguel no defrauda. No hay historia de amor sino la historia de un hombre enamorado, un Florentino Ariza cualquiera, con sus detalles que emocionan, sus muertes en vida y su vivir a veces mísero, a veces cómico, a veces hundido y siempre limpio. Muchos son los llamados a escribir pero pocos los que pueden llamarse escritores a sí mismos y Cris puede. Y eso sólo me produce una inmensa alegría.
NOTA: no es que no quiera recomendarlo pero no está a la venta -todavía- en España. A ver si alguien consigue traerlo en vez de publicar foresticidios a diestro y siniestro.