La sensación vino hace unos años, al leer un relato de Villoro por aquí, una novela de Yuri Herrera por allá… el pálpito de que la esperanza estaba al otro lado del Atlántico. Y luego llegó Halfon, de su Guatemala-judía-estadounidense-libanesa-polaca, y escribí en un papelito de esos que meto en los libros: «De lo mejorcito que se escribe hoy en castellano». Hasta que se le ha caído la primera preposición, hundida de golpe por este boxeador cargado con media docena de relatos en los que continente y contenido, el yin y el yang literarios, alcanzan un equilibrio que no había sentido al leer sus otros libros. Y con este van cinco. Está la tan sobada «literatura del yo», de la que él ya está creando un subgénero propio («autoficción halfoniana» la llamaremos, porque es sólo suya, hace ensaladas de realidad literaria y literatura autobiográfica y las aliña como le da la gana) rodeada de poetas, gringos, chicas guapas, jazz, Mark Twain y Auschwitz, siempre Auschwitz; pero están también las comparaciones brutales, la adjetivación precisa y sensorial, los maravillosos americanismos y «su boca sabía a isla desierta». La comunión de armonía que buscamos con el chute de sorpresa que suspiramos (sí, casi gimiendo y llorando, de autor en autor vivo) y que me ha dejado completamente loca. Gracias, Eduardo.
Recomendación: a gustosos de relatos de cinco tenedores escritos en castellano.
NOTA: el libro está agotado, descatalogado, exprimido y finiquitado, no me lo pidáis. Ahora que no me lee ninguna bibliotecaria… estoy planteándome seriamente quedarme con el ejemplar y pagar la multa. Que alguien reedite esto, leñe.
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