Oyes «Goncourt» y no es como oír Planeta, Nadal o Primavera. Será de los pocos premios, si no el único, al que todavía pongo oreja y quizás, como en esta ocasión, los ojos. Y no ha habido resbalón aunque el asesinato de bebés, de entrada, te provoque replantear la lista de lecturas veraniegas al completo. Arranca tan, pero tan fuerte, que mi mayor miedo era ver cómo el soufflé se venía abajo. Qué difícil mantener la intriga después de empezar por el final (gasta una estructura circular de manual) y qué bien resuelve Slimani. Si el lector consigue sacudirse de encima el horror y la truculencia iniciales, avanzará en un ambiente enfermizo y contaminado -la cabeza de la protagonista- como quien avanza por entre una niebla ácida, sólo que, y aquí está el mayor logro, lo hará con placer (lector). El tema principal del libro no son los infanticidios sino la soledad de toda la vida de dios, una soledad mohosa y despiadada que provoca niñeras asesinas. La tensión psicológica que teje Leila Slimani se extiende por el libro como el vertido de jarabe infantil pegajoso sobre un bonito hule burgués, lento pero imparable. Un acierto de Goncourt.
Recomendación: a gustosos de novela de intriga psicológica muy bien cocinada.
NOTA: Para llevarme la contraria en persona o despiezar el libro sin contemplaciones, el sábado 29 de julio en el Molino san Andrés de Villava, a las 18h, tenéis una oportunidad de oro.
Foto cabecera: huffpostmaghreb.com


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