Maylis de Kerangal estaba un día en su casa de París y escuchó la noticia de la tragedia de Lampedusa. Si alguien en este punto se ha perdido, que se lo haga mirar. El hecho en sí es un detonante para la evocación y la reflexión. Empezando por los nombres (el topónimo le lleva al autor del Gatopardo y de ahí a la peli) y siguiendo por la simbología de islas y viajes, las geografías del movimiento humano, el fantasear con la llegada europea a la primera playa americana, por ejemplo, o de los miedos que cargan una barca, hasta llegar a la vergüenza. Sin mala sangre, es un texto delicado que nace de un impacto pero que describe sus ondas expansivas en una conciencia leída que no quiere callar. Mezcla Kerangal dos estados en principio incompatibles: etéreo en la forma y denso en el mensaje. Me ha gustado.
Recomendación: a gustosos de reflexión casi onírica sobre los motivos que traen estos naufragios. Se lee en 33 minutos, dato cortesía de mi hijo.
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