Menudo papelón. Si te has ido de potes con la autora y además apareces en la página de agradecimientos, la lectura se convierte en un marronazo, lo mires por donde lo mires. Ataqué, pues, las primeras páginas pasándolas con las pinzas de depilar y poniendo la ceja por la estratosfera. Para colmo se me había echado el tiempo encima -Ana viene el próximo sábado a presentarlo- y yo, en mi línea, dejándolo todo para el último minuto, me sentía más presionada que metida en el metro de Tokio en hora punta. A las pocas hojas, me reencontraba con la escritura coloquial, deslenguada y divertida de «mis» «Yeserías». Al rato se me olvidó que mi nombre estaba en el libro, que la autora venía a verme y que tenía que hacer la comida. Sólo quería saber qué pasaba en este culebrón montado y contado entre dos amigas lleno de lágrimas, hostias, sexo, soledad y cotilleo vallisoletano donde no falta absolutamente de nada. Se puede leer perfectamente sin haberse trapiñado el anterior libro aunque los personajes vengan aprovechados de allí. Aquí se les saca jugo a los principales y nos da Ana un par de tardes de gloria con trotero del bueno, del que no te puedes despegar ni con palanqueta. Que lo he disfrutado, vamos, que no tengo por qué disimular. Mejor, porque se me da fatal.
Recomendación: a gustosos de entretenimiento con historias de mujeres con bastante mala leche y buena amistad.
NOTA: Lo de las erratas se lo comentaré a ella para que lleve «recado» a la editorial.