Tuve una época -como todas- muy de novela histórica, con sus Filipos de Macedonia, sus Ivanhoes, sus Shogunes y sus damas de Éboli. Después vinieron muchos años de secano con algún intento de atacar alguna para salir corriendo por ausencia escandalosa de verosimilitud, que es precisamente el punto fuerte de O’Farrell, quien con dos vacíos biográficos de Shakespeare se monta un novelón sobre pérdida y duelo que engancha como la nicotina. Qué ambientación, qué bien la estructura, qué difícil conseguir que se me pase la hora de dormir leyendo. Todo eso le debo a Maggie. Y una ovación cerrada por ese final, por meterse en la jaula del león, en el universo del primer tótem literario anglosajón, y salir absolutamente victoriosa. Gora la irlandesa.
Recomendación: a gustosos de novela histórica, literatura del duelo e interesadas en el de Stratford.
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