Sobre algunos enamorados de los libros, de Philippe Claudel

La idea era buena. Recoger en un libro anécdotas, breves cápsulas de apenas unas líneas en modo de letanía continua que aglutinasen a todos esos escritores frustrados, todos esos maestros de las letras -reales e imaginarios- que no consiguieron materializarse. Un auténtica balsa de la medusa llena de escritores en potencia. Por el camino arrasaría el tema de la necesidad de escribir, de la función de la literatura misma y el librito de Claudel en cuestión sería un pequeño pelotazo en el mundo de los bibliófilos, lectores recalcitrantes y deborahdores varios. El «pero» que le voy a endiñar -voy avisando-  no es habitual en mí pero se ha quedado un día precioso para meterse en jardines y Claudel me lo ha dejado en bandejita de plata bruñida. Querido Philippe: alguna pildorita te ha quedado pelín machistorra. Aquel escritor que habría podido ser un escritor inmenso de no haber tenido la mujer que tuvo (p.22) podría haber sido acompañado por batallones y batallones de mujeres que habrían sido escritoras inmensas de no haber estado bajo las botas -literal y figuradamente- de sus maridos. En otra ocasión también puedes dedicar varios volúmenes a las legiones de mujeres -comandadas por una Sofía Behrs remangada hasta los codos- que facilitaron la vida del mismo número de escritores. Je suis désolé, Philippe… pero no tengo el siglo para pasar de tu «lapsus».

Recomendación: a gustosos de anécdotas sobre escritores frustrados, en su mayoría machos.

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