El naranjito la toma con sus vecinos y a mí me apetece, de repente, hincarle el diente a algo mexicano. Miro alrededor y como traigo a la librería todo lo que publica Jus en España desde el año pasado, ha caído uno suyo, porque sólo hay que tocar sus libros para intuir el curro que hay detrás. Leídos son para nota. Si con el Trópico de Bernal se me cayó la baba con este he alucinado. Sabíamos que existían la narco-literatura, los narco-corridos y ahora nos caemos del guindo y aterrizamos en el narco-periodismo. Más vale tarde que nunca. Le dicen al libro de Valdez Cárdenas «compendio de crónicas», pues si estos son sus articulillos diarios de pasar el rato no quiero ni pensar el día que se ponga a jugar con los recursos retóricos como malabares, porque este hombre eleva la crónica diaria a la categoría de relatos cinco estrellas Michelín. El trabajo formal no destaca, te da una bofetada nada más empezar y no para hasta el final. Intenta trasladar el habla de la calle, imagino, porque nunca estuve allí ni oí hablar a nadie así, pero los mexicanismos y el argot se tejen ya casi en formación de dialecto y son el molde perfecto para las historias brutales, pasmosas, cruelmente cotidianas, que cuenta. Para seguir el hilo de balas y sangre, hay glosario ilustrado en las guardas. Impagable.
Recomendación: a gustosos de literatura mexicana y tema de narco. A cualquiera.
Tengo pendiente (de ganas) una reseña de «Cartel», la segunda parte de «El poder del Perro» de Don Winslow. Habla, entre otras muchas cosas, de este mismo problema. Una pena.
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