El ruid
o de arranque que hacía el libro era demasiado evidente como para que todo rodase de lujo hasta el final. El título ya era una losa gorda (maaaaal, que has dado más pistas que Torrebruno, leñe) y en fin -no quiero amargar la lectura a nadie- el resto de sintomatología hacía adivinar el final en el minuto 1 de partido. Eso, seamos sinceros, no pone nada. Añadamos los asesinatos más inverosímiles que nos hayamos echado a las pupilas y la cosa iba cuesta abajo, con patines y sin fr… ah, que los asesinatos se inspiran en otros libros (puntito que nos hace retomar algo la esperanza) y nos deja a un palmo de terminar (como sabíamos que iba a acabar) tirándonos a la cara la meta-novela negra (el asesino escribiendo la propia novela que lees…) ay, descafeinado. Ese punto no lo termina de cocinar bien tampoco. ¿Y qué hace bien Lemaitre? Pues los personajes (el principal, sobre todo, y su equipo, impecables) y el ritmo, que esto te lo lees en vena. Y era justo lo que necesitaba. Un buen chute de hamburguesa negra.
Recomendación: a gustosos de novela negra trotera con bien de vísceras y cuchillos jamoneros.


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