No he parado hasta traerlo. Sabía que contenía (mi) «Tsundoku». Y menuda virguería de libro. Ha superado todas mis expectativas, en serio. Este «Compendio ilustrado de palabras intraducibles de todas partes del mundo» te conmociona al descubrir que eso que alguna vez has sentido o experimentado tenía un nombre. Te fascina con la apertura de miras que sólo dan otras lenguas y otras culturas y te deleitas con sus -preciosas- ilustraciones. Todo por el mismo precio. La cita final de Whitman da idea del peso del librillo: «Yo también soy indomable/ yo también soy intraducible». Una joyica inclasificable.
Recomendación: para indomables e intraducibles. Esto es, para cualquiera.