Soltar lastre. Eliminar lo superfluo. Viajar ligero de equipaje. No ser poseído por las posesiones. Dejar marchar. Ser libre. No esperar, vivir. Perder para encontrar.
Imagino que son los mantras de cualquier libro de autoayuda que se precie, digo imagino porque no soy consumidora habitual de este tipo de lectura. A pesar del formato, en la página 20 ya sabes que estás ante uno, con sus citas de gurús y sus anécdotas con moraleja. Sin embargo Romagnoli me pilla en el momento justo en el que iba a asaltar el armario, la estantería del baño, el zapatero y -uy, esto ya es para nota- mis baldas de libros y pegarme la limpia del año, así que esto ha sido sólo el último empujón. La criba de contactos de Facebook y de la agenda del móvil lleva hecha meses, por lo que el italiano llega tarde. A su favor tiene lo viajado que está, con más facturaciones a sus espaldas que el baúl de la Piquer, y el último párrafo del libro, creo que lo mejor de las casi cien páginas de rodeo previas. En ese párrafo Gabriele sintetiza (y muy bien) todo lo que quería decir desde el primer minuto. Haber empezado por ahí.
Recomendación: a gustosos de libro de autoayuda laico con mensaje anti-consumista.