Robida escribió este relato en 1895, cuando los jardines verticales hechos con palés para decorar pisos en grandes urbes eran un cigoto en la historia de la ecología. Un buen hombre recibe diversas tareas municipales en un pueblo de cuento y la responsabilidad conlleva irse a vivir a una antigua torre a 80 metros de altura. Empieza echando de menos su jardín y, buscando la autarquía, terminan las cabras por los tejados. Yo esto lo he vivido. Esto de empiezo plantando cuatro lechuguicas y al tiempo soltar un ¿ponemos gallinas?, porque hacerse la tortilla de patata completa exige unos huevos propios, no sólo patatas y cebolla de la huerta. Robida debió ser famoso por sus viñetas e ilustraciones, con las que se le equipara a Verne en su capacidad de vislumbrar el futuro. Véanse sus predicciones futuristas aquí. Sentido del humor no le faltaba y la edición (cubierta de Barrenetxea incluída) es impecable. Mi primer Ardicia me ha gustado, caerán más.
Recomendación: a gustosos de amable relato pre-ecológico. A fans de jardinería, huertos, corrales y granjas varias.