«Book hangover», resaca de libros, término popular anglosajón que se usa cuando acabas un libro y de repente vuelves al mundo real, pero este aparece incompleto o surrealista porque todavía estás viviendo en el mundo del libro. Yo hoy todavía no siento las piernas, estoy molida, ya os lo digo. La resaca de mi primer día del libro va a llegar hasta el viernes, por lo menos, cuando consiga aclarar el zafarrancho de ventas, reposiciones y colocaciones de libros que provocó el jaleo de ayer. La cosa empezó chunga porque puse las dos alarmas mal, y me desperté de chiripa a las 7.15, hora zulú, cuando había quedado a las 8.00 para montar el tinglado. Prioricé la ducha sobre el desayuno y sólo llegué cinco minutos tarde cuando mi padre estaba ya allí supervisando la colocación de las aceras con un mosqueo considerable, lo de ser impuntual o esperar no es lo suyo. Que el ayuntamiento no hubiese corregido el nombre de la librería en la haima molestó lo justo, no vamos a montar un pollo el primer Sant Jordi, no está bien. Pelillos a la mar. La hermana-refuerzo-contable-empresaria-de todos los santos llegó a su hora, pero su instinto comercial enseguida detectó más libros en las otras casetas, a ver si la hemos cagado con las cantidades. Que no. Los del Corte Inglés tenían muchos más libros, sí, y una nube de gente con megáfonos que durante un ratico cantaban «El-Corte-Inglés-mata-en-Bangla-desh». Deja, deja. Si acabamos todo plegamos el chiringuito, tiramos un cohete y cantamos bingo, había dicho mi padre. Tenía razón. Yo había sacado mi fondo, no había hecho pedidos para el evento. Una vez amortizado el pago de la caseta (120€) todo lo demás era venta de sábado. Y a disfrutar del día como cuticos en el barro. A tres minutos de abrir pagamos la novatada: no íbamos a poder cobrar con tarjeta. La cara de la contable era todo un poema de Garcilaso. Se veían tempestades bajo sus mofletes, pero gestionó su ira de forma profesional. Yo mandé un quintal más de pelillos a la mar por la vía rápida y pensé y ejecuté impecablemente un «si es con barbas San Antón y si no la Purísima Concepción«, en la lengua de Shakespeare, «fuckyeah!«. Alucinamos durante el día con la costumbre de mordoreños y mordoreñas de ir a la feria con los dinericos en la mano. Sólo cinco personas en todo el día preguntaron por la tarjeta y creo que todas fueron al cajero y volvieron a por su libro pagando a toca-teja. Para las cinco de la tarde ya era evidente que lo que más chutaba eran los libros en inglés y la sección de Delicatessen, con sus ediciones ilustradas y sus estrellas Michelín de la gastronomía literaria. Fue un subidón ver que la gente se llevaba pata negra para casa y que el libro más vendido fuesen las Yeserías autoeditadas de Ana Vázquez. Y Saurón portándose. Buen chico. Si sumamos la visita de mi hijo, la familia, los amigos, clientes ya asiduos de la librería, empujones de los buenos por redes sociales y la conexión con Aiguafreda, Barcelona, a pleno rendimiento, aguanté las 14 horas de pie con tacones cual Miguelón en el Tourmalet, jodida pero contenta. No pude dar las gracias a Dani, de Librería Walden y a Elena, de Librería Arista, por todo el asesoramiento -imprescindible- de semanas anteriores, ni pude ir a saludar a Marcela, de Librería Abárzuza, para darle las gracias por su calurosa bienvenida, pero a las once de la noche me abrí una botella de vino para brindar -va por ustedes- , y a las doce, cuando introducía mis doloridos pinreles en la cama y caía en la cuenta: ¡¡joder, mi primer Sant Jordi sin libro!!, me vine tan tan arriba que me dije: «mañana dejo de fumar». Y a partir de ahí es cuando el mundo real aparece incompleto o surrealista.
Mil gracias a todxs, ha sido increíble.
Sabía que iba a sentir cierto arrepentimiento por no haberme dado una vuelta. Lo intenté hasta último momento, pero me ganó la pereza de pensar en la cantidad de gente que andaría por la calle, hay cosas con las que no puedo. Aunque ahora, al leer esta crónica tan bonita, el sentimiento de alegría por saber que fue todo tan bien, aminora mi arrepentimiento. Brindo por los libros y por Deborahlibros!
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¡Rocío! Mujer, que no tenías que venir a fichar… jajaja, gracias por el comentario y porque eres de las que empuja el resto de días. ¡Abrazo!
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¡Qué bueno!
La verdad es que no tengo palabras… Enhorabuena y gracias. Porque esto ha sido gracias al apoyo de gente, buena gente, como tú que se ha dejado los prejuicios en el cajón del fondo. Decir «autoeditado» es un estigma, pero… eso es otra historia…
Repito, enhorabuena, te lo mereces, te mereces eso y muchísimo más, que llegará, ya sabes, el karma…
Me hubiese encantado poder estar un «ratico» contigo, pero otra vez será… Y será con editorial y tocho de 400 páginas. (Y hasta aquí puedo leer).
Firmado:
La de las Yeserías. (XD!)
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Las que llevé (media docena) se agotaron, igual me queda alguna en la librería, pero esta semana hablamos de «bisnes» y de a ver cuando llega ese otro «ratico». ¡Un abrazo gordo, Ana!
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Una crónica estupenda. Y te deseo muchos más días del libro, pero menos estresados.
Un abrazo
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¡Gracias Blanca!
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Jajajajajaj me ha encantado la entrada.
Al final, no se dio tan mal! Y estas anécdotas siempre quedan =)
Besotes
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