Otra vez lo ha hecho este hombre. Emocionarme, digo. Obra personal en la que a partir de la casa de recreo familiar el valenciano le planta a su padre un monumento que ni en Fallas. El homenaje está muy centrado en esa figura paterna pero Roca tenía los rotuladores ese día pringados de nostalgia, y ésta se extiende por el libro como si lo hubiese untado en mantequilla. La pátina de los recuerdos de infancia, de la reconstrucción de los veranos, de la visión poliédrica del pasado en la familia. Y de los silencios y de las cosas nunca dichas. Así que al final la pátina es el tejido principal del libro. Ese tiempo que no volverá y esas ganas de mantener la memoria de quienes se han ido. Sencillo y maravilloso.
Recomendación: a gustosos de novela gráfica pata negra.
Foto: La vanguardia.


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