Agridulce, como suele ser la vida, cuando su valor estético no pasa de la justa y mínima corrección, y su principal mérito es evadirte a Cerdeña las dos tardes que te entretiene de la mano de una estrambótica familia, como lo son todas las que en el mundo han sido, con padre desaparecido, madre etérea, hija adolescente sadomasoquista, hermano pianista y tía con síndrome piterpaniano. Ahonda en las miserias del personal lo suficiente para no poder clasificarla de rosa ni naïf, pero no tanto como para etiquetarla de profunda. Se queda ahí, en equilibrio inestable.
Recomendación: a quien quiera lectura agradable sobre el cogollo familiar sin excesivas pretensiones.
NOTA DE PRÉSTAMO: Me lo recomendó una amiga y voy a amortizarlo de sobra en bolsillo pasándolo, como mínimo a tres personas de las cinco a quien dejaría un libro.


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