No es que sea yo espíritu de contradicción, que también, pero tanto «me ha dejado frío», «sin más» y «en fín» escuchado junto a algún peregrino «estupendo» me obligaban a medir el río por los pinreles. Et voilá, ha caído en una tarde el Goncourt del 2018. Y quitando esa manía de escritores contemporáneos de describirnos fotografías de archivos y bibliotecas en plena era visual, me ha encantado. Vuillard se aproxima a la permanencia eterna de las grandes empresas alemanas a través de generaciones y holocaustos varios con bastante cabreo, como es natural, haciendo que la lectora se sienta tremendamente cómoda con su mala uva. Repaso histórico sin género definido (esto no es novela histórica ni ensayo) que nos da otra aproximación al temita del XX por excelencia con un sopapo final. Todas esas páginas eran para recordarnos lo que la Historia enseña. No sea que terminéis diciendo que no lo visteis venir. Como decía al principio, me ha encantado.
Recomendación: a gustosos de tema II Guerra Mundial, Tercer Reich y cómo no hay mejor cosa en este mundo que tener pasta para caminar por encima de los exterminios y salir más rico de lo que se entró. Gora el capitalismo, vamos.
Foto cabecera: AFP PHOTO / Joël SAGET


Deja un comentario