Queridos navegantes, hoy, en la sección «Relecturas de clásicos que sufriste como cólicos nefríticos», que está junto a la de «Semana Santa: móntate un via crucis de rusos» tenemos a Iván Ilich agonizante. El mismo que nos hizo sudar la gota gorda cuando contábamos 19 primaveras. Sin olvidar que sólo hay algo peor que leer a Tolstói (que te obliguen a leer a Tolstói) afrontamos esta novela corta sobre el sentido de la vida de esas que te deja no sabiendo si cortarte las venas o dejártelas largas. Dilema. Lo que a otros nos supone una toma de conciencia de nuestra propia finitud, esto es, unas noches de insomnio con alguna taquicardia, a Lev le da para escribir una obrica maestra. Y a vivir. En los manuales de Historia de la Literatura. En la Wikipedia. He aquí el «no somos nada» del marido de Sofía Behrs.
Recomendación: a gustosos de muertes agónicas de jueces decimonónicos rusos y reflexiones sobre el sentido de la vida.
Kati, Kati, Kati…. olvida el libro que te pedía para el Día del libro (no me acuerdo)…. este, este, este quiero… por favor, resérvamelo. Me encantó ¡¡y ahora en Nórdica!!!
Este es el mío.
(Si no te causa problema). Iré a por él.
Besicossss
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Santodios… Pero ¿¿¿por qué me extraño todavía a estas alturas???. Veinte años hace que te conozco y cuando haces estas cosas aún me sorprendo (momentáneamente). Ya te guardo uno, pero tranquila que no se dan de codazos en la acera por entrar a comprarlo. (El otro era Kipling).
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Me reenchufé al mundo de los blogs con una nueva página tras un largo tiempo de silencio y lejanía y me acordé de ti. Me alegra saber que siguen las reseñas, y se sigue compartiendo mucha literatura por aquí. Un abrazo
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¡Víctor! Me alegro de tu retorno, ya te he fichado (me gusta la página y me ha encantado el artículo sobre Joe Gould) y ese libro de cuentos lo ficho. ¡Gracias por pasarte!
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