Queridos navegantes, hoy, en la sección «Relecturas de clásicos que sufriste como cólicos nefríticos», que está junto a la de «Semana Santa: móntate un via crucis de rusos» tenemos a Iván Ilich agonizante. El mismo que nos hizo sudar la gota gorda cuando contábamos 19 primaveras. Sin olvidar que sólo hay algo peor que leer a Tolstói (que te obliguen a leer a Tolstói) afrontamos esta novela corta sobre el sentido de la vida de esas que te deja no sabiendo si cortarte las venas o dejártelas largas. Dilema. Lo que a otros nos supone una toma de conciencia de nuestra propia finitud, esto es, unas noches de insomnio con alguna taquicardia, a Lev le da para escribir una obrica maestra. Y a vivir. En los manuales de Historia de la Literatura. En la Wikipedia. He aquí el «no somos nada» del marido de Sofía Behrs.
Recomendación: a gustosos de muertes agónicas de jueces decimonónicos rusos y reflexiones sobre el sentido de la vida.


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