No busquéis muerte en este libro. No porque no hubiese muerte en Dachau sino porque este diario fue el puente colgante que le permitió a Nico Rost atravesar el abismo nazi. Para conseguir avanzar fue agarrándose a libros. Como lo leéis. Literatura y filosofía principalmente, pero también política, arte, religión… Rost fue estrujando y absorbiendo cada pensamiento, cada autor, cada obra, todo aquello que recoge cada gramo de humanidad para combatir ese proceso de aniquilación que conocemos como Holocausto. Ahí encontró el antídoto a la barbarie. Cierto es que la medicina entró en una cabeza muy bien amueblada (era periodista, escritor y traductor; llegó muy leído a Dachau y con una memoria prodigiosa) pero también en su alma, donde ya había empatía, solidaridad, espíritu crítico y respeto campando a su anchas. La edición de este libro es fruto de un proyecto personal, independiente y con mezenago popular, además de una puñetera virguería que no hace sino pasmarnos ante el hecho de que a nadie se le hubiese ocurrido antes publicar en castellano a este hombre. Mejor, ContraEscritura lo ha hecho cum laude. Y si en el futuro os preguntan ¿para qué sirve la literatura en un campo de concentración nazi?, decidles: para todo. A Nico Rost, Goethe le dio la vida.
Recomendación: a cualquiera. Un imprescindible. Es para subrayar, guardar y releer. Una joya histórica.
Deja un comentario