Vuelves de viaje. De un viaje bastante agradable. Has disfrutado a tope, incluso mientras volvías has rumiado ese clásico «jodé, tengo que salir más, qué pereza organizar y salir pero qué bien cuando estás fuera, cómo desconectas, qué a gusto». Hasta que llegas a casa y te reconcilias con tu universo y nada, absolutamente nada, puede compararse al inmenso gustirrinín de pisar tu ducha o de meter los pies en tu cama después de una buena ausencia. Volver a Adamsberg es lo mismo. Vargas ha conseguido que volvamos a casa cuando leemos la primera hoja. Conseguir que te emociones al leer el primer diálogo con Danglard. Esa primera carcajada no tiene precio. La trama esta vez nos lleva a Islandia y a la Revolución. No puedo imaginar mejor circuito. No caigo ahora mismo en otro autor o autora que después de cuatro años me abra la puerta de mi propia casa de esta forma.
Recomendación: a seguidores de Adamsberg: imprescindible. A los demás, lo de siempre, yo empezaría por el primero de la serie.