El hijo de Noé, de Eric-Emmanuel Schmitt

Craso error. Empecé a leer literatura del Shoah con quince años, me caí en ella desde dos escalones: los best-sellers peliculeros de la II Guerra Mundial  y -gran culpable- un libro que mangué a mi madre: El hombre de Kiev, de Bernard Malamud. Y acabé en Antelme. Después de Robert Antelme ya no hace falta más, y aún y todo (una vez que entras ya no sales) tengo aparcada la Necrópolis de Pahor hasta que encuentre el momento, el día, el mes y el año adecuados. Cualquiera que haya tenido el estómago, los bemoles y lo que hay que tener, sin salir pitando al baño, para pasar de la página 20 de La especie humana sabe de qué estoy hablando. Esta fabulilla de Schmitt es eso, un cuento, demasiado edulcorado, poco verosímil y con cierto tufillo  adoctrinante. Los pocos aciertos que le veo no anulan la sensación final: no vuelvo a probar a este tío.
Recomendación: a quien quiera probar una versión simplista de La vida es bella con ingrediente religioso.

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