Correcta novela corta que desarrolla una conversación en pleno vuelo Madrid-Tokio entre veinteañera vírgen y treintañero rarito-morboso. Se lee en una tarde y entre los méritos que le encuentro está la ironía en las réplicas de ella, y la evolución de la historia hacia un buen final. Por otro lado, el tema del voyeurismo me es tan ajeno como la física cuántica y respecto a la construcción psicológica de ella: o bien no se ha conseguido la verosimilitud deseada (mi primer pálpito) o bien la ha bordado el autor y la tía me ha caído gorda. Lo que más me ha fastidiado de este libro es que yo quería leer otro (de salida, mejor que éste) del mismo autor y en la librería con más fondo de la ciudad sólo tenían el Tatami, mientras que las pilas de bodrios tipo David Monteagudo (es que aquello de los galgos me marcó mucho) me miraban al pasar camino de la caja. No hay como el márketin torticero.
Recomendación: a quien quiera relato sobre voyeur con incontinencia verbal.
NOTA DE PRÉSTAMO: Ya lo he dicho, yo iba a por otro y cayó éste.


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