Intensa, Deborah. Intensa en su forma, densa en su fondo y exigente en la lectura. No te lo pone fácil. Aquí, por tanto, ha habido de cal y de arena. Eisenberg señorea la expresión de emociones y pensamientos, la psicología humana es su txoko y de ahí salen los temas de sus mini-novelas (más que relatos largos): la pérdida, el duelo, la soledad, la dependencia emocional, los conflictos familiares, etc. La adjetivación y las descripciones (y alguna metáfora) a menudo son absolutamente brillantes, para enmarcar con paspartú. Ahora bien, el jueguito temporal -te obliga Eisenberg a volver atrás sobre lo leído- y los temas elegidos (igual no estaba para conflictos maternofiliales de mujer yanqui racista en Honduras) han llevado en ocasiones a servidora a ese lugar donde no desea estar: el aburrimiento. Dicho esto, los dos últimos relatos son pata negra para degustar con pan de cristal. Espectaculares.

Recomendación: a gustosos de intensidades, imprescindible para amantes del relato y a quien quiera leer fuera de su zona de confort.

Foto cabecera: nytimes.com

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