
Menuda jartá de llorar, gente. Esta es la historia del enterrador de Paterna, Leoncio Badía, dando sepultura a los fusilados con el cariño y el respeto robado por los verdugos en sus muertes. Apuntando sus nombres, recogiendo restos de pelo, ropa, botones, cordeles, como restos de un naufragio; ayudando a identificar cuerpos en el siglo XXI, dando consuelo a sus madres, hermanas, hijas y mujeres. Resulta impresionante esta reivindicación de la memoria a través de la historia de la fosa 126 del cementerio de Paterna, donde tiraron como colillas a más de 2.200 personas, 2.200, pasadas por las armas y donde el bueno de Badía se empeñaba en humanizar la barbarie. Dice el libro que dice la Ilíada: «Aquiles, entiérrame dignamente si tanto me quisiste«. Pues en ello estamos todavía.
Recomendación: a cualquiera interesado en Historia, memoria histórica, ética básica y dignidad mínima.
Foto cabecera: elmundo.es


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