
Media vida arranca este libro. Más bien te la disuelve, como hace la radioactividad en grandes dosis a las células del cuerpo humano. Y sin embargo, sigues leyendo, la historia de Chernóbil es demasiado alucinante, demasiado cruel, demasiado inverosímil, demasiado enorme para acercarse a ella sin fascinación. Fascina por su volumen, por su gestión, por su naturaleza pero sobre todo porque no existía memoria de sucesos parecidos: fue la primera vez. Chérnobil se convierte en sinónimo de la muerte misma: no se ve, no huele, no se toca y acabará contigo. En ningún rincón del hombre se estaba preparado para lo que pasó. La valentía, la ignorancia, la obediencia, la presión, el dolor, la sombra de la guerra… y el coro de voces que construyen poesía. Son cantares de gesta modernos. El último testimonio arranca las lágrimas al más escéptico. He llegado por la (virguería de) serie, claro, pero más vale tarde que nunca y en este caso la verdad del dicho es implacable. Alexiévich es la escriba que toma nota de la Historia, la notaria de Chernóbil para el resto del planeta. Mil veces: Gracias.
Recomendación: a gustosos de la Historia. A cualquiera.
Foto cabecera: cccb.org