Continúo reparando mis vacíos sanzolianos con esta comedia de enredo en la que una reina y dos princesas buscan una isla desierta en la que poder vivir sin hombres, pero en la que encuentran tres leñadores que estaban allí para vivir sin mujeres. Cisco servido. En gastronomía se diría que Sanzol fusiona cocina tradicional y cocina de vanguardia. Despoja de la comedia canónica algunos elementos propios de su contexto histórico (personajes arquetipos y chascarrillos derivados) y deja los dos platillos de la balanza (masculino y femenino) perfectamente equilibrados. Aprovecha los recursos dramáticos archiconocidos (disfraz, magia, dobles sentidos, canciones…) con tratamientos modernos para público del XXI (retahíla de groserías atenuadas, elixir de amor llevado al extremo, entre otros) y matiza, el título en sí mismo es un gran matiz, con la elegancia natural reservada sólo para los grandes.  Aquí no chirría nada. Esto tuvo que petarlo en Almagro: homenaje a las comedias del Bardo de Avon (hay referencias a sus obras por todo el libreto) guisado en cocina de inducción. Qué difícil y qué bien hecho.

Recomendación: a gustosos de comedia isabelina revisitada que sabe a pata negra. A cualquiera que le guste mínimamente el teatro.

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