El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, de Charles Bukowski

Sigue sorprendiéndome (para bien) Bukowski aunque sigo sin lanzarme a hincarle el diente a una de sus novelas y el sistema de marear la perdiz esquivando su narrativa, de momento, me funciona. Este librillo de título kilométrico es un diario escrito a sus 72 años de edad (que en términos humanos equivalen a 180 años, a razón de lo que se había castigado) plagado de reflexiones sobre la muerte, la vida, las apuestas en el hipódromo, el asco que le produce la falta de autenticidad (en la música, en los libros, en cualquier arte), su fervor asocial y, ahí radica lo más interesante para servidora, el proceso de escritura y la necesidad de escribir. Momentos estelares que guardaré en mi disco duro son los referidos a cómo imagina el infierno en el que estará al morir (lleno de poetas recitando) y esa apología del PC frente a la máquina de escribir (aunque luego termine dedicándole palabras cariñosas… las únicas del libro, creo recordar). Las menciones a sus referentes literarios tampoco son moco de pavo. En un lenguaje bastante llano y estilo sintético, deja caer esos fogonazos geniales (símiles, alguna metáfora) que tanto agradecemos. No por el ramalazo retórico per se, sino por la mezcla con el registro coloquial que acaba sabiendo a literatura y nos deja hambre de poesía del capitán.

Recomendación: a gustosos de reflexiones con enjundia en lenguaje llano. A fans de Bukowski.

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