Eterno aparcado en mi lista de pendientes, típico caso de «¿pero-por-qué-coño-no-me-he-leído-esto-antes?» y claro ejemplo de novelón merecedor de todas las flores que le echen. No me voy a molestar en esbozar el argumento y si alguien todavía no lo conoce, que tire de Wikipedia. Como la peli la vi cuando todavía llevaba coletas ha sido un -maravilloso- aterrizar en terra incognita con el agravante de encontrar a una Harper Lee buceando en la cabeza de una niña como Pedro por su casa (menudo poderío, señoras, esto, así, sólo lo consiguen los grandes) al ritmo de una melodía que sonará a cualquiera: lo que está bien y lo que está mal de toda la vida. Pero cómo escarba Lee con el dedo en la sociedad que le rodea, como zirikea y expone nuestras miserias a través de esa voz narradora infantil. La ristra de temas que encabezan la injusticia y el racismo, van seguidos de -entre otros subtemas- el sexismo, la educación, la diferencia de clases, el puritanismo rancio, la ética personal, el condicionamiento de las normas establecidas y, digo yo, la inquina. Ay, esa inquina tan universal y tan familiar… Me ha costado leerlo un poco más de lo habitual por diversos factores, alguno no viene al caso, entre ellos que la he leído en inglés, cosa que recomiendo a quien tenga un poco de soltura porque merece la pena, no sólo por el placer obvio de leer esta joya en su versión original, sino porque además esas variantes del habla de negros y blancos sureños estadounidenses se disfrutan más que un caldico en enero.
Recomendación: a cualquiera con interés en temas de racismo, injusticia, ética y otras juergas sociales.
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