Esto es Jo Nesbo metiendo el dedo gordo del pie en el agua desde el bordillo para tomar la temperatura al asunto, luego ya se tiraría de cabeza con Némesis, El redentor y -desde el trampolín- con la impagable Fantasma, para volver a chapotear y hacer el chorra en el agua con El muñeco de nieve y Leopardo. Así que flojica la primera entrega de Harry Hole, con su final peliculero, sus cosillas previsibles y esa manía de meter un tratado de «Tradiciones, leyendas, fauna, flora, usos y costumbres» del país donde se desarrolla la trama -cuando no es el propio- para que se vea que se han hecho los deberes y se ha empapado uno del entorno, en este caso Australia, lugar donde aterriza Hole para colaborar en la investigación del asesinato de una chica noruega. A mí me ha cubierto el expediente porque necesitaba hamburguesa trotera después de la (sobre)dosis de realidad que me acababa de dejar K.O. hace un par de días y esto de combinar platos, conmigo, funciona.
Recomendación: a quien guste de novela negra muy trotera.


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