No sé cómo tocará el piano, pero su escritura es eléctrica. La autobiobiografía de este concertista británico es un libro «total» donde lo mismo encuentras anécdotas jugosas de grandes compositores o información sobre cómo autolesionarse (bien) con cuchillas de afeitar, que consejos de pareja, epílogos que arrancan lagrimones, propuestas de regeneración de la industria musical o detalles pormenorizados de trastornos mentales e intentos de suicidio. Pero. En el capítulo cuatro sentí náuseas físicas, tuve que parar temporalmente la lectura. Claro que premian a Rhodes, claro que se merece triunfar en sus conciertos, que le toque la lotería, que se enamore y sea correspondido, que vea un ovni, que encuentre un trébol de cuatro hojas, qué se yo, cualquier cosa buena que desee, independientemente de haber escrito «Instrumental» o haber apadrinado un barco (es un decir). A mí al leer esto sólo me salía comprar un lanzallamas para arrasar el puto agujero donde estuviese escondido el cabronazo de profesor que lo violó desde los seis años seis y lo destrozó física y psíquicamente de por vida. ¿Y sentir alivio, capítulos más tarde, al saber que está muerto?. Pues sí. Para qué mentir. El tener un problema con este temita -y yo lo tengo- implica que además proyectas (Vgr. en tu hijo) y generalizas (cuantitativamente) ergo acabas sufriendo la lectura, convencida de que no necesitaba leerlo. Está escrito en un estilo directo y coloquial que me ha gustado. Todas las introducciones de capítulos relativas a músicos son imperdibles. Su voluntad de superación -y su sentido del humor- son más que loables. Y sí, la música le salvó, el mensaje final es positivo, estimulante, un oso amoroso en sí mismo; pero página tras página yo ya no escuchaba a Bach ni a Schubert, sólo tenía el estómago hecho puré, el corazón como una pasa y una mala hostia incomensurable.
Recomendación: haced lo que queráis, esto es material explosivo, podéis detonarlo -la carga depende también de vosotros, yo traía goma 2 a punta pala- o alejaros, vosotros mismos.
Uf, qué reseña! Apuntado para leer. Beso!
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Es que he preguntado en Twitter si querían la versión gore o la versión Disney y ha ganado la primera ;-P
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Comparto tu opinión. Me gusta cómo está escrito el libro, su -aparente- sinceridad y que deje que nos colemos tan abiertamente -por directo, sin trabas- en su interior. Luego fue una decepción no compartir -ni de lejos- las sensaciones y emociones que le transmite al autor la música que describe y que tiene disponible en una lista de Spotify.
P.D. ¡No has dicho nada de si Blackie Books mantiene el nivel con este tercer libro que le lees! 😉 En mi opinión, la pista de despegue termina con «Lamentaciones de un prepucio», Ben Brooks («Crezco», «Lolito») y «Neverhome» (puede que también «Cosas que los nietos deberían saber»). Todos con ciertos puntos en común entre sí y con «Instrumental».
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¡Tienes razón! Pues sí creo que van 3 de 3 aciertos. Que yo haya sufrido lo indecible con este no significa que el libro sea malo, al contrario, gran parte de culpa del efecto que me ha causado es cómo lo cuenta Rhodes. La edición es buena, no recuerdo erratas. Epílogo, anexos -con artículos-, fotico con agradecimiento de Rhodes al público español… jodé, está muy cuidada la edición.
De los que comentas tengo fichados varios pero me da un perezón atacar el Lolita o Crezco…
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Pues sí, un libro que te deja destrozado, pero que también es optimista y esperanzado (si dejamos de lado que Rhodes nunca podrá reponerse del todo de sus traumas, claro). Lo recomiendo, pero sólo para gente curtida.
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