Venga, voy a meterme en un jardín, que se ha quedado buena mañana para sacar el machete y hacer un caminico en la selva. Dice Juan Soto Ivars aquí que se puede «Ser machista y un gran escritor», coño, eso lo sabe cualquiera que se haya arrimado aunque sea de canto a la Historia de la Literatura. Sin embargo veo en el artículo de Soto Ivars cierta defensa que me ha pitado, voy a resumir la respuesta: Se puede criticar una obra literaria y unas declaraciones machistas de forma separada. Estamos de acuerdo en que la Historia de la Literatura está petada de escritores misógenos, antisemitas, homófobos, racistas, fachas, estalinistas, y con ideología a cuadros escoceses, y que dejar de leer a Quevedo, Baroja, Unamuno (no me da el post, ya perdonaréis) porque fuesen unos machistas de tomo y lomo es como dejar de ir a ver el Gernika porque Picasso era adúltero, o no estudiar física porque Einstein era un verdadero maltratador psicológico con su señora, o sea, una soberana gilipollez. Lo mismo aplica a Azúa, evidentemente. La diferencia es que Azúa hizo unas declaraciones ofensivas a un cargo público en el siglo XXI y la sociedad respondió. Que apechugue, leñe, y si quiere envainársela, que lo haga o que se ratifique en su sandez, pero sin paladines de su obra. De otro modo: Azúa estaba a Rolex y no a setas, que aguante la vela de los relojeros y ya si eso otro día le echamos un ojo a sus hongos.
Foto de Azúa: jotdown.es


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