A mí lo que más me gusta de pillar un autor argentino (o mexicano, o colombiano, o peruano…) es degustar ese habla propia que me suena exótica pero al tiempo rica. Me abre el apetito bastante. Esa parte Mallo la pasa con nota, no tan alta como Yuri Herrera o Élmer Mendoza, pero la aceptamos como animal de compañía. En la trama ya… no aprueba. Mezclar conflictos policiales internos, políticos, lanzas de Cristo, Holocausto, asesinatos, agentes del Mossad, peronistas, comunistas y una historia de amor un tanto empalagosa con final de culebrón… al final el plato se queda en desaguisado. Lo intenta tanto Mallo que se le va de las manos.
Recomendación: para gustosos de entretenimiento para dos tardes y que nos les importe comer algo con 25 ingredientes.