
«Ojalá te guste», me dijo en un mensaje el autor, a quien no conozco y cuyas palabras -lo confieso- me hicieron ponerme más a la defensiva que la línea Maginot, una reacción que mantengo desde los tiempos de librera y que surgía de forma automática cada vez que alguien venía a marcarse un Umbral a mi librería. El problema es que tiempo después me caí en su capítulo de «Grandes infelices» dedicado a esta tinta invisible y salí pitando a comprarlo. Así llegué a este libro de duelo cargado hasta las trancas de referencias literarias, anécdotas bibliófilas y apuntes biográficos de escritores. Una delicia que explica el motor que empujó a Peña a desmigar las vidas de autores y autoras infelices y que no es otro que el homenaje, la despedida y el llanto por la muerte de su padre, un deborahdor nato.
Ya lo creo que me ha gustado.
Recomendación: a cualquier bibliófilo/a.
Foto cabecera: elcorreogallego.es


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