
Empecé el viaje en agosto pasado aunque el libro llevaba en mi tsundoku desde 2019 y he deseado en estos meses que no se acabara. De vez en cuando lo abría y me largaba a EEUU. Y alucinaba con lo bueno que era el texto, escrito por un señor blanco a punto de jubilarse en los años’60, haciendo un viaje por un país que ya no existe, como para mantenerme enganchada, incluso buscando algún paisaje mentado -lo he hecho poco, pero no he podido evitarlo- en el Google imágenes. Su sentido del humor, su capacidad de profundización, su alergia al tráfico, su amor por Charley, ese pasaje de las secuoyas y Rocinante han hecho que me enamore de este libro hasta las trancas. Lo dejo cerca de la mesilla para cuando quiera volver a irme de viaje con Steinbeck.
Recomendación: a gustosos de libros de libros de viajes y ensayos reflexivos con sentido del humor.


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