El otoño se me antoja como momento ideal para relatos románticos o góticos, aunque debo reconocer que hasta eso se está cargando el cambio climático… Bueno, al lío, que ha caído una pequeña novela o relato largo de Stevenson (que al menos pude leer con algo de lluvia) y me reencontró con esa enorme capacidad descriptiva del escocés así como con su magisterio para dibujar paisajes y atmósferas con palabras. Un caserón español en un valle remoto, una extraña familia, una prohibición de relacionarse con ellos, viento, aullidos y muchachas de belleza salvaje son los ingredientes que nos andamian una historia digna de estar en el podio del Romanticismo. Qué bien volver a la prosa de Stevenson y qué bien hacerlo con Olalla. Otro pequeño placer para la buchaca.
Recomendación: a gustosos de relatos gótico-románticos (románticos del XIX, se entiende).