Cómo sobrevivir a las novedades editoriales

Notaréis que no leo, deborahdoras. Esto de estar en 1º de Feria es peor de lo que pensaba. Los ojos no me dan para más boletines de novedades editoriales. Las listas de ISBNs en excel se me aparecen en sueños y caen cual cascadas de cifras ante el pasmo de Neo. En 2017 la media estaba en 239,15 libros editados POR DÍA en este país. Si Google y la calculadora de Microsoft no me fallan, eso supone una media de 9,9 libros editados por hora. (Fuente). Y me juego una cena a que el mes de mayo, antesala de la Feria del Libro de Madrid, es el de la orgía-bacanal-rave editora. Lo noto en el ambiente. No tengo tiempo para cribar pero, sin ser de Bilbao, me juego otra cena a que el 90% de esas cifras corresponde a foresticidio cruel, y para más inri, enfajado. Como he dicho otras veces, en situaciones de estrés altas dejo de leer, me cuesta elegir lecturas, me cuesta concentrarme, me cuesta aparcar todo lo demás -incluidas las 239 novedades por día- en un rincón del cerebro… como al resto de autónomos mortales, vamos. El martes pasado decidí peregrinar a la biblioteca al cerrar la librería para pasearme entre las estanterías y leer contracubiertas y solapas a voleo. Eso me relaja. Iba yo a la altura de Mercaderes en sentido contrario al Encierro cuando cuatro terroristas nocturnas me engancharon para acompañarlas a no sé qué de un «scape room» (esqueip rum) y una caña más tarde me hallaba yo con los ojos tapados con un antifaz, sentada en un suelo a lo indio y encadenada a una mesa por la muñeca izquierda. «Yo iba a la biblioteca», dije en voz alta a la oscuridad. «‘Jate de bibliotecas» contestó la oscuridad. Se trata de una especie de yincana con pruebas de ingenio y habilidades varias con el fin de salir de un piso sito en C/ Calderería en el que un tío muy majo y experto en candados te ha encerrado previo pago. Tienes 60 minutos para conseguirlo y una narrativa de contexto en la que debes salvar el mundo. Yo me conformaba con salvar mi única neurona. Si alguna vez probáis, llevaos a una contable para las pruebicas de números. A una llanera solitaria que dispare -agachada- balas de espuma y atine -a la primera- a un cordel a tres metros de distancia. Que no se os olvide llevar a otra persona que empuje artilugios hasta descuajeringar la prueba y a una homenajeada con instintos homicidas que identifique objetivos con la eficacia de un sónar. Mi gran aportación consistió en gritar letras a voz en cuello («la peeeee», «la eeefeeee») como si estuviese vendiendo chochonas. Una labor que bordé, por otro lado. No conseguí llegar a la biblioteca, pero salvamos el mundo, colegas. Ahora ya pueden seguir editando.

Foto cabecera: mashable.com

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