¿Cómo que te vas a Mishima? Que no. Que te estás equivocando. Mishima sólo hay uno y a ti te encontré en la calle. Yukio, para más señas. Ahivá, ¿también es una ciudad?. Pues sí. Dice la Wikipedia que sí, que pertenece a la prefectura de Shizuoka y que viven en ella unas 110.000 almas. Resulta que Yukio Mishima para sus paisanos sería un Paco Valencia, un Jesús Toledo, un Alberto Cuenca cualquiera. Lo mejor de Mishima (ciudad) es que está justo al pie de ese imponente volcán que me tiene medio enamorada sin haberlo visto nunca, ese monte Fuji que se desayuna mi contrario por las mañanas al mirar por la ventana estos quince diitas de curro exótico con décalage horaire familiar que llevamos. Antes de salir, prácticamente le impuse un menú japonés de cinco tenedores y como dijo que algunos cuentos de Mishima (Yukio) ya se había leído, tuvo que salir por la puerta con La llave de Tanizaki y La escopeta de caza de Inoué. Delicatessen puro que cae sólo en la primera parte del viaje de ida. No puede quejarse. Nadie contaminó su menú con Murakami. A ver si hay suerte y los de la academia sueca pillan el mismo vuelo.