Si el año pasado fue otra italiana, Grazia Deledda, el descubrimiento estival de servidora, este año le toca a Madieri. Un diario personal y biográfico que salta -una y otra vez- de la infancia en el exilio al momento de escritura (los años ’80) donde la voz madura de la autora se recrea en la simple satisfacción de vivir, porque Verde agua es lo que tantas veces se ha etiquetado como canto a la vida y tan pocas se ha acertado. Durante toda su lectura me ha avasallado la idea de que no es tanto lo que dice sino el cómo lo dice. Hay que imaginarse al profesor de literatura pidiendo que redactemos un escrito en el que se refleje el paso del tiempo en nuestra existencia. Los sudores que nos entrarían. Las patéticas sucesiones cronológicas que nos saldrían después de exprimirnos las meninges. O levantar la mano y recomendarle al profe que se lea este de Marisa Madieri. Y ya.