Seamos sinceras: la librera está para el arrastre. La cosa se pone seria y ya no ponemos fechas de apertura, decidimos si abrimos la librería dependiendo de cómo nos levantemos, humedad relativa, sensación térmica, fuerza del viento y cómo ande la marejada corporal. Me vienen a la cabeza los navegantes del S.XV o S.XVI, a la altura del Ecuador, a punto de tirar el cuaderno de bitácora por la borda, con el escorbuto por las nubes y la moral por la bodega. Yo no voy a sumergir el cuaderno pero la mentada marejada me trae a malvivir. Musgueo del puente de mando al castillo de proa picando lecturas y no siempre puedo acabarlas, o concentrarme, o disfrutar de ellas y todos los sabores que contienen. Las actividades en cubierta ya han sido suspendidas indefinidamente, no podemos comprometernos a nada a estas alturas de viaje. Lo mejor es que la tripulación sigue remando, empujando y ayudando en modo Fuenteovejuna. Me ha tocado la mejor marinería del planeta. En cuanto vea la costa me subo al palo mayor (o al de trinquete o al de mesana, ver venir) y joreo el trapo pirata, habré dicho entonces que mis huesos aguantaron la travesía.
Cerrado desde el miércoles 10 de octubre hasta nuevo aviso.
Disculpen las molestias.
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