Allí estaban los tres: el electricista, el mayorista de iluminación y el aparejador hablando élfico eléctrico bajo-tardío. Yo sólo pillaba «vatio» y a veces distinguía «led», sin tener claro el significado. Era como si Arwen se hubiese metido un calcetín en la boca para hablar en su lengua materna, vamos. Elegir la iluminación correcta para una librería tiene su aquel, elegirla para tu propia librería tiene más miga que ser el asesor de nacionalidades de Rajoy, por eso mismo, y por ser yo una absoluta zopenca en la materia, me fascinaron hasta las entretelas los tres en cuestión. Gente que controla, que disfruta con lo que hace y que se pega chistes sanos de luces catálogo italiano en mano.
Ojalá yo así. Ojalá gente mirándome así dentro de unos meses mientras recomiendo un libro.
P.D. Todo esto era para avisar de la salida a venta de los vinilos para Kindle Paperwhite, pero ya tenéis la información en el blog y prefería hablar de las bombillicas. Ya perdonaréis.
Me encanta tu entusiasmo. Aunque haya viajecito dde por medio intentaré visitar tu librería.
Un abrazo,
sonia
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¡Aquí estaremos esperándote!
¡Salud!
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No te preocupes. Adamsberg se habría sentido exactamente igual con ese trío.
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Jajaja, ¡gracias por la comparación!
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