Ayer dije que el artefacto de Marías era un buen ejemplo de «mansplaining». Me equivoqué. Marías es impecablemente democrático en su pedantería y paternalismo, dirige ambos de la misma forma a hombres, mujeres o animales de compañía. Lo que más me llamó la atención de su escrito no fue el argumento vacuo de que este año se reivindicara a Gloria Fuertes por ser mujer en una «campaña orquestada» por feministas. (NOTA: Javier, hacer coincidir el lanzamiento de un producto con una efemérides es de primero de márquetin, seguro que tu editor puede ponerte al día). No. Lo que más me pasmó fue la expresión descarada de su clasismo literario. Clasista es aquel que sólo encuentra literatura en la eterna magdalena de Proust, clasista es pensar que «El señor de los anillos» no es una obra maestra porque aparecen en él elfos y orcos. Clasista es clasificar a Agatha Christie en «el plano del entretenimiento», sin ser capaz de reconocer su maestría absoluta en la ingeniería de tramas y el impacto cultural posterior -todavía vigente- en diversas artes. Marías tiene claramente un problema con los géneros. En su cerebro la novela negra es inferior. No quiero ni imaginar su opinión sobre el cómic o la ciencia-ficción. Que alguien con semejante estrechez de miras literarias opine que Gloria Fuertes no fue una gran poeta no me molesta, me parece lógico. Que luego le defiendan palmeros bajo el palio de la «transgresión» y la «rebeldía» es el pan nuestro de cada día en «El País», donde ya apenas queda rastro de periodismo. Por mentar a académicos de la RAE a propósito de Gloria Fuertes, yo comulgo con las palabras del filólogo y cervantista Francisco Ynduráin: «El lenguaje poético de Gloria es de base popular, pero sin que le dominen sonidos, léxico ni frase. Lo es más de actitud o temple y, en último caso, está aplicado muy a conciencia, a conciencia de artista de palabra»(*).
(*) Francisco Ynduráin, Gloria Fuertes, Antología poética, 1950-1969. Barcelona, Plaza y Janés, 1972.
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