En el Día de las librerías

Si alguien me preguntase dónde me gustaría vivir si me tocara la lotería, diría que en la Strand, de Nueva York. Los veranos los pasaría en el Mediterráneo, en La Central de la C/Mallorca, comería en la Laie y tomaría el fresco en el patio de Casa Usher… en fin, saltando de una en otra como quien busca calas, vamos. Si sólo me tocase eso que nadie sabe cuánto es y que llaman «pellizco», haría -otra vez- una escapada a la Shakespeare and Co, porque aunque esté llena de turistas, no se puede tener más solera. Mientras no me toca la lotería agradecería que el ayuntamiento de mi ciudad imitara al de Barcelona en cosicas como esta, y que alguna distribuidora no usara el impuesto revolucionario de sus mínimos con su stock corteinglesero, yo me entiendo. Por lo demás este era mi sueño, no lo olvidemos, y cuando hoy ha entrado un chaval… (muy) chaval y ha pedido «Grandes esperanzas», se ha encendido la mía y casi le suelto un abrazo. El momento de gloria ha sido virtual. Cuatro conversaciones simultáneas por Whatsapp con todas mis tifosi en el momento en que iba a aparecer la librería en el Telediario. Cinco kilos de Trump, dos niños violados, una Pantoja, una Caponata y un OT más tarde han metido la pieza de las librerías. Y aunque la espera sólo ha servido para reafirmarme en los 15 años que llevaba sin ver el Telediario y jurarme que hasta dentro de otros 15 no repito, ha hecho ilusión, para qué negarlo.

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