Leo poco. Mis lecturas están, como todos y como todo, en modo de supervivencia. El estrés y la incertidumbre erosionan más que el cierzo. Hemos tenido que aprender a vivir sin planes, lo cual es liberador y al mismo tiempo amenazante, tanto que a la oferta de hacer un trabajillo para febrero me han dado ganas de responder ¿pero usted cree que yo sé dónde y cómo estaré dentro de tres meses? ¿cree que puedo apostar por arriesgarme a contestarle? Cierto es que yo ya venía anclada al presente desde la quimioterapia, es lo que tiene, aprender a vivir pensando única y exclusivamente en el jueves siguiente; pero cuesta no planear nada. También mirar hacia atrás. Cuesta creer que cerré Deborahlibros hace catorce meses y no catorce años. La sensación térmica que ha dejado este agujero negro llamado 2020 es de ruptura total con lo que vivimos antes y con lo que esté por llegar y ahí, en ese vacío en el que estamos colgados, poquicas cosas nos mantienen adheridos al camino que recorríamos. Es lo que pensé hace tres semanas cuando por primera vez en mi vida me fui de librerías (una detrás de otra) con mi padre: «Ha hecho falta una pandemia para que hiciéramos esto, papá». Pero lo hicimos y fue como estar juntos donde ahora no podemos: en casa.
Foto cabecera: Librería Shakespeare & Co (París) Fuente: coolhunting.com
Deja un comentario